jueves, 20 de septiembre de 2012

Izquierda y derecha en el cosmos (político), I


Spira tenía la virtud de plantear las cosas con sencillez. Cuando le pregunté por qué se había pasado más de medio siglo trabajando por las causas que he mencionado, respondió sencillamente que estaba de parte del débil, no del poderoso; del oprimido, no del opresor; de la montura, no del jinete. Y me habló de la inmensa cantidad de dolor y sufrimiento que hay en nuestro universo, y de su deseo de hacer algo por reducirla. En eso, creo yo, consiste la izquierda. Si nos encojemos de hombros ante el sufrimiento evitable de los débiles y pobres, de los que están siendo explotados y despojados, o de los que sencillamente no tienen nada para llevar una vida decente, no formamos parte de la izquierda. (Peter Singer, Una izquierda darwinista, Crítica, pg. 17)

¿Qué es, para mí, ser de izquierda y ser de derecha en política? (si digo “para mí” no es porque tenga nada original que decir al respecto, sino porque -aunque he empezado con una cita- no me tomaré el trabajo de buscar quiénes han podido decir y dónde he podido leer antes algo como lo que yo digo). Desde luego, hay muchos elementos o razones, no reducibles entre sí, por las que una persona se siente o considera de izquierdas o de derechas. No busco un mínimo común múltiplo de todo eso (lo que sería inútil, porque, entre otras cosas, las posiciones políticas de nadie son completamente coherentes) sino una caracterización de la polaridad fundamental o última en política, adoptando para ello los términos Izquierda y Derecha, en un sentido amplio. Sería deseable, sin embargo, que, a posteriori, esa caracterización hiciese inteligiblemente inteligentes las posiciones habituales de la gente, es decir, que resultase que todo o casi todo lo que la gente cree ser cuando cree ser de izquierdas o de derechas, es bastante lógico y coherente.

La política, a diferencia quizás de otras áreas de la cultura (como la ciencia, o quizás las artes), parece haber consistido en, o al menos conllevado, siempre, una lucha entre (básicamente dos) posiciones ideológicas, que disienten en lo políticamente esencial: cómo hay que organizar la convivencia política, o qué orden social es justo. Desde que existe algo de verdadera vida política (digamos desde Grecia, sobre todo en la democracia ateniense –porque la dualidad espartana entre espartiatas e ilotas tenía una base étnica antes que política y económica-), y siempre que la ha, más o menos, habido (como en la república romana, o en los estados modernos europeos), ha habido el partido de la “aristocracia” y el partido “del pueblo”. Puesto que al parecer Fukuyama y otros sabios se equivocaron al creer que la historia había llegado a su fin o realización con el capitalismo americano, no es descabellado pensar que las ideologías no han muerto. ¿En qué se apoya, pues, esa dualidad política? ¿Qué es ser de Izquierda y qué, de Derecha?

Voy a empezar diciendo qué creo que en esencia no es aunque en cierto aspecto sí es ser lo uno o lo otro:

- No es, aunque en cierto aspecto sí es, cuestión de ricos contra pobres. La Izquierda no es la ideología de las personas pobres, ni la Derecha es la de las personas ricas o poderosas. Las ideologías políticas son ideologías, es decir, creencias acerca de cómo sería correcto que fuesen, o deberían ser, las cosas políticas, y esto, obviamente (y aunque le pese a muchos), no tiene ninguna relación lógica con la situación social en que uno se encuentre: no hay ninguna contradicción en ser un rico con ideología de izquierdas, o un pobre con ideología de derechas. La idea, popular, de que un pobre de derechas (y, habría que añadir entonces, un rico de izquierdas) es un estúpido, es “estúpida”, al menos si se basa en la creencia de que uno debería adoptar aquella ideología que más favorezca sus intereses (suponiendo, claro está, que se sepa cuáles son estos, lo que no evita sin circularidad el problema propio de la política). No: la ideología no es cosa de pobres y ricos. De hecho, la mayoría de los pobres son de derechas y la mayoría de los ideólogos de izquierdas son más bien ricos o de “clase media-alta”. Es más, yo diría que la mayoría no puede ser de izquierda, al menos en el actual nivel de desarrollo moral de la humanidad. La izquierda solo puede gobernar o despóticamente o descafeinadamente. La derecha, por su parte, no puede gobernar con los intelectuales, porque apenas los tiene, pero cuenta con la inercia de la masa, por lo que tiene más fácil presentarse con maneras incluso obscenas si la sociedad de turno lo permite (piénsese en la derecha americana o, sin ir más lejos, en la española).

Sin embargo, sí es verdad, por otra parte, que la dialéctica política es cosa de ricos y pobres: las personas que tienen una ideología de izquierda se presentan, y con razón, como abogados de los pobres: estos son los que sufren los efectos de la injusticia hija de la desigualdad social, arguyen con razón. Y, paralelamente, los políticos de derecha son presentados, y con razón, como defensores de los ricos, los grandes propietarios, etc., aunque, evidentemente, a ellos les interesa disimular esto ante la masa de votantes y refugiarse en la ambigüedad de que, efectivamente, cualquiera puede tener una ideología de derecha aunque viva bajo un puente. ¿De dónde procede esto? Aunque la lucha de ricos y pobres no sea, a mi juicio, la esencia de la política, sí tiene que ser explicada, indirectamente, desde ella.

- Otra cosa que en esencia no es, aunque también es, la polaridad política fundamental (que estoy llamando Izquierda y Derecha) es la diferencia entre conservadurismo y progresismo. El conservadurismo es la tendencia, muy natural en todo bicho viviente, a mantener las cosas como estaban y hacer el menor cambio posible. El progresismo es la tendencia, tan natural al menos como la otra, a ir a mejor, a cambiar lo que no funciona. Ambas cosas, llevadas a sus extremos (el fetichismo por lo heredado y la iconoclastia absoluta respectivamente) son actitudes poco inteligentes, pero, en un ser como el humano, esencialmente dinámico, que siempre proyecta un ideal mejor, el conservadurismo es peor, y propio de los peor dotados intelectual y vitalmente de la especie. En principio, no obstante, tener una tendencia conservadora o progresista no tiene que ver con la esencia de la política. Por eso no son absurdos ni la derecha progresista (como la de los partidos “puramente liberales” modernos –si es que existen del todo-) ni la izquierda tradicionalista (tipo Tolstoi, digamos).

Sin embargo, sí hay un sentido en que es más natural que la Izquierda sea progresista y la Derecha sea conservadora, y no es meramente casual que la mayoría de los partidos políticos de derecha sean tradicionalistas, siendo casi residuales tanto la derecha progresista como la izquierda conservadora. La razón profunda de esto solo se aclara, creo yo, con la definición que daré después de la polaridad política fundamental. Pero ya a primera vista hay que notar que, puesto que el “partido del pueblo” se presenta siempre como el reclamante frente a la injusticia establecida y consagrada por la herencia, la Izquierda está obligada a desear la revisión de los pilares de lo recibido. Por alguna razón (que trataré más adelante) la igualdad y la justicia en que piensa la izquierda no son lo dado y arcaico, sino algo por lo que hay que luchar, mientras que la jerarquía y desigualdad parece más dada “por naturaleza” o espontáneamente. No puede ser, pues, casual que la inmensa mayoría de la derecha sea conservadora.

- Otra cosa que tampoco es la esencia de la lucha política, aunque se acerca más, es la dialéctica si Libertad o si Justicia. Y, sin embargo, hay un sentido en que sí es cuestión de eso: es verdad que los partidos de derecha suelen presentarse, sobre todo en democracia, como los defensores de la Libertad, y los de izquierda, de la Justicia. Pero ninguno de los dos está dispuesto a aceptar (y con razón) que eso suponga desestimar un ápice lo otro, la justicia y la libertad respectivamente. El liberal argumentará que no hay “auténtica” justicia donde uno no puede desarrollar, sin coerciones, sus capacidades. El izquierdista dirá que no hay “auténtica” libertad donde no se garantiza la completa igualdad. Lo malo es que ambos pueden, en primera instancia, estar de acuerdo en todo: el liberal aceptará (al menos como principio –otra cosa es la malvada praxis-) que sin igualdad total de oportunidades no puede hablarse de libertad; el de izquierda aceptará (al menos en principio –otra cosa es la malvada praxis-) que si no hay libertad (bien entendida) no hay justicia. ¿Dónde reside, entonces, su diferencia? En un lugar más profundo, donde se indaga más a fondo qué es libertad y qué es justicia. Hacia allí hay que ir a buscar la esencia de la dialéctica política.

- Por supuesto, Izquierda y Derecha no es (menos todavía que las anteriores cosas) cuestión de Espiritualismo frente a Materialismo, Teísmo frente a Ateísmo, etc. Si bien, en algún sentido sí es cuestión de eso: la derecha, en el fondo, es intrínsecamente materialista y sobre todo atea, o al menos (en la medida en que no se puede ser verdaderamente ateo), la derecha es coherente solo con una religiosidad arcaica y ritualista (eclesial), en absoluto con una religión de la pobreza y el amor a los débiles.

- Tampoco es cuestión de racionalismo frente a sentimentalismo: el liberal, según cierto discurso liberal, se atendría más a la ciencia (aunque ¿qué pasa con la derecha tradicionalista y con la izquierda científica?) mientras que el socialista se dejaría llevar por sentimientos poco científicos de compasión y semejantes (aunque ¿qué decir de la derecha del honor y los sentimientos patrios, o de la izquierda darwinista?).

Si no es ninguna de esas cosas, aunque las es todas en cierto modo, ¿qué es, en esencia, ser de Izquierda o de Derecha? Para responder a esto hay que plantear la cuestión en los términos fundamentales de la política. Intentaré abordar esto en la próxima entrada.

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