martes, 7 de agosto de 2012

Educación vieja y nueva



Oigamos a Platón:
  
Extranjero.- De la enseñanza verbal, creo que una parte sigue un camino abrupto y la otra es más llana.
Teeteto.- ¿Cuál diremos que es cada una?
Extranjero.- Está, por un lado, el método antiguo, el que más usaban nuestros padres con sus hijos cuando cometían alguna falta, y todavía usan muchos hoy, y que, por una parte, trata con dureza, y, por otra, instruye con cariño. A todo este método lo más correcto sería llamarlo el de la reprimenda.
Teeteto.- Así es.
Extranjero.- En cuanto al otro camino, hay algunos que, razonando consigo mismos, llegaron a la conclusión de que toda ignorancia es involuntaria y nada querrá aprender, sobre cualquier asunto, quien crea que ya es sabio en eso, por lo que dicen que la educación mediante reprimendas conlleva mucho sufrimiento y da poco resultado.
Teeteto.- Creen correctamente.
Extranjero.- Y como rechazan esas maneras, usan otras.
Teeteto.- ¿Cuáles?
Extranjero.- Empiezan haciéndole preguntas, sobre lo que afirma, a quien creen que está diciendo algo cuando en verdad no está diciendo nada, y, una vez le tienen a uno confundido, cuestionan fácilmente sus opiniones: juntan sus diferentes razonamientos, los ponen a unos frente a otros, y les demuestran que afirman a la vez cosas contrarias sobre lo mismo. Al verlo, aquellos se encolerizan consigo mismos y se tranquilizan para con los demás, y con este método se liberan de la grande y firme opinión que tienen de sí mismos, liberación que resulta muy placentera para los que escuchan y muy conveniente para el que la padece.

(Platón, El Sofista, 229e – 230b –traducción mía-)

 La disputa entre educación nueva y vieja no es nueva, sino muy vieja. Es tentador llamarla disputa entre jóvenes y viejos (pero hay que evitar esta tentación para no ofender injustamente a esos viejos que son siempre jóvenes, por contraposición a esos jóvenes que son siempre “viejos”):

-         es evidente que no se podría llamar jamás vieja a una educación socrática e intelectualista, que partiese del supuesto de que la única manera de educar a un ser racional y libre es usando la razón y la libertad racional, no el esfuerzo y la recompensa o castigo, porque nadie quiere ser ignorante, y uno solo puede asumir lo que comprende y comprender lo que ve libremente;

-         y tampoco podría llamarse nunca nueva a una pedagogía neosenil como la de nuestros nuevos carcamales dirigentes, que parte del supuesto de que todo el mundo tiende al mal y solo puede enderezarse mediante dura disciplina y el estímulo de la competitividad. No en vano habitualmente estos carcamales dicen que la educación que teníamos en España en épocas pretéritas era mejor, había más respeto y más conocimientos. (No importa que todo esto sea completamente falso: que lo que llaman respeto fuese realmente miedo -cuando lo había, porque a muchos se les olvidan las gamberradas que vieron en su escuela-; que tenemos la generación de jóvenes mejor valorada jamás en Europa, que los medidores de la educación señalen que la educación en nuestro país ha mejorado año a año, y que los problemas que arrastra todavía son, precisamente, un modelo magistral-memorístico…: no en vano una de las señas de identidad de la ideología carcamal es el desprecio de los pedagogos en su conjunto -nuchas veces simultánea a la reverencia hacia la pedagogía eclasial-) La “senilidad” ideológica no está para tanto trote.

¿Qué tiene de intrínsecamente equivocado el modelo “viejo”, el del esfuerzo y la disciplina, el del estímulo por el premio y la competitividad? Realmente, en la medida en que “funciona” lo que “consigue” es amaestrar o adiestrar, que es justo lo contrario que educar. Paradójicamente quienes a nivel consciente suelen tener siempre en la boca una descalificación del hedonismo, son real pero inconscientemente, hedonistas del tipo más elemental.

¿Cómo se supone que funcionará el sistema de esfuerzo-disciplina-competitividad? La visión de lo humano que subyace a esa concepción “educativa” es que el ser humano, independientemente de que entienda racionalmente que algo es bueno o correcto, tiene una voluntad “libre” que puede ser buena o perversa y puede ser corregida mediante el estímulo de las recompensas.

-         Que creen en el primer aspecto (la “libertad” de la voluntad respecto de lo que diga el conocimiento) es obvio, porque si no todo el “esfuerzo” de la educación debería orientarse a conseguir, como piden Sócrates o Platón, que el individuo comprenda racionalmente su deficiencia y vea el bien. Esto es contrario al discurso de que hay alumnos que no quieren aprender, o sea, que tienen una mala voluntad a sabiendas (y en todo esto voy a hacer abstracción –que no hay que hacerla, cuando se trata completamente la cuestión- de las condiciones del entorno, que los carcamales simplemente desprecian –en el sentido de ignoran-)

-         También creen en el segundo elemento, o sea, que esa mala voluntad solo puede corregirse con estímulos consecuenciales, que las recompensas (“reconocimiento de méritos”, ser mejor que el otro o que uno mismo antes, promesa de un futuro “mejor” –es decir, con más propiedades-…) son un estímulo. Sócrates demostró suficientemente en el libro primero de La República (durante su discusión con el neoliberal, voluntarista y hedonista Trasímaco) que solo el ignorante pretende sobresalir respecto de los demás, y solo el ignorante hace las cosas por el resultado extrínseco que puede obtener de ellas, en lugar de por ellas mismas.

En cuanto a la visión que, acerca del contenido del saber, tienen estas pobres gentes, consiste básicamente en una acumulación de información, como se deduce del hecho de que continuamente se quejan de justo lo contrario a la verdad: que los chicos saben pocas cosas o en que reparan principalmente en la ortografía (más a fondo, a ellos mismos les cuesta entrar). Habrá que recordar lo que decía el siempre joven viejo-Heráclito: “saber muchas cosas no ayuda a entender”.

Por tanto, el viejo sistema, que pronto vamos a ver otra vez más presente en las leyes educativas es completamente heterónomo e irracionalista, y es lo más disímil posible de lo que significa educar a un ser racional y libre por naturaleza. Una naturaleza humana noble rechazará siempre que se le intente inculcar a la fuerza, mediante recompensas y escalafones, lo que no entiende ni comparte. Solo las más débiles naturalezas prosperarán en ese sistema, aviniéndose dócilmente (si bien, con mucho hastío interior) a lo que le ofrece su “superior”.

¿Procede esta senectud ideológica de la maldad de estos liberales vejestorios? No: procede, como dice el Extranjero de Elea, de la simple ignorancia. Sencillamente, como le pasaba a los "demócratas" que llevaron a juicio a Sócrates por corromper a los jóvenes, estos pobres hombres no se han preguntado jamás “qué somos y qué nos corresponde, por tanto, hacer y padecer”. Pero, como muchachos importantes y “suficientemente preparados”, van a organizarnos eficientemente.

De todas maneras, paradójicamente, sus esfuerzos por legislar serán a la vez inútiles e innecesarios:

-         Inútiles, porque lo que pone en las leyes necesita ser asumido por quienes las tienen que poner en práctica, y eso solo se hace, obviamente, si quienes tienen que ponerlo en práctica, comparten ya la ideología del legislador. Si no es así, la ley les pondrá ciertas trabas, pero no podrán evitar que el profesor, en su “libertad” de cátedra, haga de su capa un sayo.

-         Innecesarios porque la pobre ideología voluntarista-hedonista de nuestros neo-carcamales es la ideología casi por defecto o “de sentido común” entre la mayoría de los que tienen que poner en práctica la ley.

Sencillamente, la mayoría de ellos son incapaces de ir más allá de esa ideología básica, y por mucho que las leyes anteriores hablaran de aprendizaje significativo y exigiesen dejar atrás el sistema disciplinario, memorístico, voluntarista…, no pasaron de ser eso, leyes en un papel, sin  realización efectiva. Y es que la educación de un país no se cambia por decreto ni mediante leyes. Es un cambio muy difícil. En España, los jóvenes (algunos) van aprendiendo en el sentido correcto pese a (e incluso contra) la mayoría de sus profesores y tutores, de la escuela en general (salvo excepciones honrosas). ¿Tendrán que marcharse a algún país del norte de Europa para poder crecer libremente, fuera del ambiente, bastante “paleto”, de la reserva espiritual de Occidente?

2 comentarios:

  1. Quizás por eso mismo nos venga tan bien un proyecto como este: http://www.youtube.com/watch?v=k_VXZrHVqwg

    ResponderEliminar
  2. Wurik,
    estuve a punto de enlazar el vídeo de Ken Robinson que se cita en la primera parte del documental.
    Me parece muy buena idea aprender de los buenos. Sin embargo, no olvides que las diferencias entre los finlandeses y los españoles no es solo una ley educativa, es la cultura de unos y otros. No se puede trasplantar sencillamente una cosa a la otra. Lo que no quiere decir ni que sea imposible ni que no haya que trabajar en esa dirección.
    Seguiré el proyecto. Muchas gracias

    ResponderEliminar