jueves, 15 de diciembre de 2011

Mérito: una idea inmerecidamente bien considerada

A menudo se oye decir que debería tenerse en cuenta, más de lo que se tiene, el mérito de cada uno. En la educación o en el trabajo, por ejemplo, ha sido muy pernicioso (dicen los neojóvenes suficientemente espabilados) desatender el reconocimiento de los méritos en aras de una equivocada igualdad que solo sirve para dar cobijo a los vagos. En épocas de “crisis”, es decir, de estrés depredador y de lucha por la “supervivencia”, desde luego, este discurso viene por sí solo y resulta ser muy pregnante. No dudo de que estos próximos años lo vamos a tener hasta en la sopa en boca de nuestros salvadores liberales y católicos. Aunque la noción de mérito pueda tener alguna aplicación superficial, es, mirada un poco a fondo, una idea sin mérito alguno. Lo que voy a decir no es nada original, incluso debería resulta obvio (aunque quizá deberían resultar obvias también sus aporías). Me parece un hecho que nociones como Libertad, Mérito, y similares, están carentes de una reflexión profunda por parte de la ideología “liberalista” o “meritocrática” y similar.

¿Qué queremos decir cuando decimos que algo es mérito de alguien, que la persona P tiene el mérito (de) Q? Entiendo que queremos decir que hay que atribuirle a P la elección y la realización de Q (o tal vez siquiera la virtualidad de poder realizar Q), siendo Q algo bueno o positivo (cuando Q es algo considerado malo o negativo, al sujeto, P, se le atribuye una Culpa). Pero ¿qué significa “atribuirle”? Lo que queremos significar es que ha sido la voluntad de P, y solo ella, la que ha sido causa de Q. En los juicios morales, como lo son los juicios de méritos, se presupone que la voluntad es causa, tanto de elecciones como de las realizaciones de esas elecciones. Un mérito de uno es, pues, algo que uno HACE, algo de lo cual es causa la libre voluntad de uno. Pero ¿cómo podemos saber y determinar qué es lo que uno realmente hace, de qué es realmente causa la libre voluntad y solo la libre voluntad de uno? Es necesario, obviamente, discriminar qué es lo que realmente uno ha hecho de qué ha sido una mera coincidencia. Si alguien, por ejemplo, cruzando la calle sin mirar, es atropellado por un coche y, gracias a ello, un niño que jugaba un poco más allá salva la vida, eso no es un mérito del atropellado.

Lo que uno hace, lo hace dependiendo de dos cosas: de unas circunstancias, y de lo que uno es. Tanto las circunstancias de uno, como lo que uno es, pueden ser tales que no impidan la libre voluntad de uno, o bien podrían ser tales que sí lo hagan. Las circunstancias en que vivo pueden ser la ocasión de que yo decida hacer y haga esto o lo otro, o pueden ser tales que me impidan realizar e incluso elegir hacer ciertas cosas, en vez de otras.

Empiezo por las circunstancias. Si queremos atribuir cierto mérito a alguien (aunque sea a nosotros mismos) es imprescindible saber en qué medida las circunstancias en que vive y actúa le permiten o le impiden elegir y realizar ciertas cosas, en vez de otras. Es obvio que si tú y yo (o yo y yo) llevamos comida a nuestra abuelita, pero yo voy en taxi y tú (yo) tienes que atravesar un bosque lleno de lobos, no tenemos el mismo mérito cuando, todas las tardes, dejamos la comida en casa de la abuelita.

Pero no solo en el plano realizativo, sino en el electivo, las circunstancias pueden influir determinativamente en mi voluntad. Es obvio que si yo estoy perfectamente alimentado y aseado, si vivo en un entorno familiar tranquilo y amoroso, etc., mientras tú estás desnutrido o malnutrido, vives en un ambiente de violencia, etc., no tenemos la misma libertad para desear ciertas cosas en vez de otras.
(Si hay alguien que piense, en verdad, que las circunstancias solo pueden influir en la realización de mis elecciones, pero no en las elecciones mismas, debería explicar cómo es que no hay los mismos índices de delincuencia, fracaso escolar, etc., en todos los sectores sociales).

Por tanto, antes de emitir cualquier juicio de méritos, tendríamos que tener la completa seguridad de que las circunstancias en que uno vive, no determinan a uno en las elecciones y realizaciones que hace. Los pensadores liberales se han hecho, teóricamente, cargo de esto desde siempre, y han dicho que todos los sujetos deben tener las mismas oportunidades. Pero, desde luego, la práctica ha sido bastante diferente. Mientras existan herencias, escuelas de diferente nivel académico accesibles mediante nivel de ingresos familiares, etc., etc., todo juicio de méritos es una superchería. Ningún profesor actual, por ejemplo, está en condiciones de atribuir méritos a sus alumnos, porque ni siquiera conoce sus circunstancias vitales. Se limita a evaluar lo que sucede en clase, atribuyéndoselo íntegramente, en lo que a la moral se refiere, a la libre voluntad del alumno. Y lo mismo puede decirse en el ámbito laboral. Mientras no podamos ir los dos, tú y yo, en taxi a casa de la abuelita, o estudiar los dos en una habitación limpia y tranquila, con el apoyo amoroso de nuestros cultos progenitores, no hay lugar para juicio de méritos. Ahora bien, ¿cómo se llamaría a un estado que, antes de cualquier libre-competencia, garantizase a todos los ciudadanos la igualdad real de circunstancias? Seguramente los liberales anglosajones lo llamarían comunista. Quizá Finlandia es casi comunista, habida cuenta de que los ciudadanos-camaradas pagan un 50% de impuestos, y el número de escuelas privadas no llega al 1% y son todas igual de gratis…


Aparte de las circunstancias de uno, está lo que uno es. Ahora bien, ¿hasta dónde es mérito de uno lo que uno es? Existe una payasada capitalista que dice “yo me he hecho a mí mismo”. ¿¡Pueden ser lo mismo el creador y la criatura, salvo quizá en el caso de Dios!? Uno puede, en principio, haber hecho varias cosas de sí mismo. Puede, por lo general, amputarse una pierna, o puede hacerse una liposucción; puede dejarse barba; puede cultivar la memoria o ejercitar la paciencia. En principio. Porque hay ciertas cosas, precisamente las fundamentales a la hora de imputar responsabilidades o atribuir méritos, que uno no puede hacer de sí mismo, ni ha hecho. Uno no es el causante de su inteligencia (de ser una persona, en lugar de una oruga, ni de ser esta persona en lugar de aquella); uno no es el responsable de haber nacido con una “buena voluntad”, con un ánimo “emprendedor”, etc.

Se frères vous clamons, pas n’en devez
Avoir dédain, quoi que fûmes occis
Par justice. Toutefois, vous savez
Que tous hommes n’ont pas bon sens rassis;

Villon. Ballade des pendus

Si clamamos a vosotros, hermanos, no debéis
desdeñarnos, aunque fuimos muertos
por la justicia. En todo caso, sabéis
que no todos los hombres tienen buen sentido.

Mi conclusión es que la idea de mérito goza de un inmerecido reconocimiento. Solo tiene el dudoso mérito de ser piedra angular de la ideología y el sistema socio-depredador que disfrutamos desde que aparecimos en la tierra, más o menos. Merecería mucho más la pena hacer caso de las palabras del Logos hecho carne, que dijo lo de “no juzgues”, sabia verdad que, como es habitual, los sedicentes gestores de la Palabra, han invertido (en los dos sentidos –el espacial y el económico-) completamente.

Pero ¿cómo sería un mundo donde no hubiera juicios de méritos y de culpas, sino juicios sobre lo que debemos cambiar para ser más justos y felices?

7 comentarios:

  1. El merito, ese palabro. Alguien decía: ¿Tiene Mozart el mérito de ser Mozart?.1. En el blog de V.Navarro se puede ver esto, 'el Premio Nobel de economía Herbert Simon que claramente documentó que lo que se llama capital social individual (es decir las redes de contactos establecidos desde la escuela hasta la vida adulta y el ambiente de privilegio o falta de privilegio que uno tiene en su vida) explica el 90% de las rentas que las personas reciben. De ahí que tal autor señale que sea necesario un impuesto de un 90% a las rentas superiores para alcanzar la tan manoseada y promovida igualdad de oportunidades'.2.- Finlandia es casi comunista y es también casi... capitalista en competencia perfeca. La teoria de la competencia perfecta (santo grial de liberales que en realidad desconocen y/o ocultan sus propios ideales)desea y persigue un mercado y una sociedad con agentes económicos en igualdad de condiciones, en igualdad de capacidades. Cierta igualdad de capacidades (no tiene, ni debe,por que ser absoluta) que es el requistio 'sine qua non' de una verdadera competencia real. Y competencia real que es el origen genuino de la creacion de riqueza. Pues si, Finlandia (y resto de socialdemocracias nordicas) es la cuadratura del circulo. El modelo. Saludos, buen post, y blog, si la enseñanza pubica tiene su nivel,. ..esta salvada.

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  2. Antonio,
    muchas gracias por el comentario y por el elogio.
    No conocía la propuesta de Simon, que me parece muy simpática. Efectivamentelos países socialdemócratas nórdicos son lo más parecido hoy (y hasta ahora, que yo sepa) a la cuadratura del círculo.
    En cuanto a la escuela pública, me temo que la cuestión no es la del nivel de los profesores, si por ello se entiende lo que saben de su área o materia: todo profesor sabe muchísimo más "materia" que la que tiene que enseñar. El problema es a) que no sabe (porque, a diferencia de Finlandia, donde un profesor estudia cuatro quintas partes de pedagogía y una de su área, aquí uno estudia unos meses, si acaso), y b) la ideología pedagógica dominante, que, además de muy poco estructurada (lo que no es raro cuando uno se permite despreciar alegremente cualquier cosa que no sea su propia área de conocimientos) se basa en los conceptos morales de Culpa y Pena, y en los conceptos gnoseológicos de Memoria y acumulación de datos estáticos.
    Un cordial saludo

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  3. Antonio,
    donde pone El problema es a) que no sabe debería poner: que no sabe impartirla o trasmitirla. Perdón

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  4. Sobre 'como' enseñar no tengo ni idea, ni la voy a tener. Sobre 'cuanto' enseñar, si tengo claro que este país tardará alguna que otra década en bajar a niveles aceptables sus cifras de paro, sino aplica, desde ya, esfuerzos educativos (financiación, medios, profesores,..) muy superiores a los actúales (multiplicarlos por 1.2, p.ej)que compensen el tremendo gap formativo con sus competidores que indican los informes internacionales. Diferencial formativo brutal que explica a la perfección la dificultad del país para crear riqueza. Esfuerzo educativo en educación pública, claro, no en privada. Sólo educación publica. La privada no vale. Finlandia, vaya. Y cuanto antes es tarde. Saludos,

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  5. Antonio,
    lo que pasa es que el cuánto depende completamente del cómo. En Finlandia los niños empiezan a leer y escribir a los siete años (aquí a los tres), no tienen apenas tarea para casa, sino que la hacen en la escuela (aquí, un alumno responsable tendría toda la tarde ocupada en "deberes"), las clases son más cortas y con más descansos (aquí, más largas y sin descanso, salvo el recreo), etc. O sea, la cuestión es enseñar cosas funcionales, no cargar de información irrelevante que el sujeto olvida, como no podría ser de otra manera.
    Esto es lo que nos pasa también en el ámbito laboral: somos uno de las países europeos que trabajan más horas para ser menos productivos. También somos los que más calefacción gastamos, teniendo más horas de sol que ninguno... Como se ve, confundimos la calidad con la cantidad.
    Por eso es un error monumental creer que la escuela va a mejorar cuando exijamos más (más esfuerzo, más disciplina, más contenidos...). El problema es prácticamente el inverso.

    Te recomiendo, por ejemplo, http://www.youtube.com/watch?v=Pr6c0k3yBj0 y las dos partes que le siguen,
    o también http://www.redesparalaciencia.com/4114/redes/redes-77-crear-hoy-las-escuelas-de-manana

    Saludos

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  6. Me parece que me he explicado mal. La palabra esfuerzo ha producido un equívoco. Cuando mencioné la expresión esfuerzo educativo no me refería a exigirle más esfuerzo o no a los alumnos. Te comente que no iba a entrar en 'como' enseñar. Si es mejor más pedagogía que materia, simplemente..no lo se, vaya. Me estaba refiriendo al esfuerzo dedicado por el sistema educativo (el estado, en este caso) a la mejora de la enseñanza, y medido en unidades estrictamente económicas: capital, medios, profesores,etc. Dicho de otro modo, que tiene que subir, de inmediato y de manera notable , el gasto e inversión dedicado a la enseñanza pública. Evidentemente, no se trata sólo de aportar recursos, sino también de como se emplean. Pero el como se deben emplear es una cuestión vuestra, de los profesionales del sistema educativo. Pero como en España ya vamos muy por detrás incluso en el gasto e inversión en educación, es por lo que, en mi opinión, primero habrá que aumentar, y bastante, el gasto, y luego, si aplicáis o no la pedagogía finlandesa, la alemana u otra cualquiera , ya es un problema que debéis resolver dentro del sistema educativo. Y problema del que yo nada puedo decir. Saludos,

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  7. Antonio
    gracias por la aclaración. De todos modos, mi comentario no iba contra tu uso de "esfuerzo", que había entendido como dices, sino acerca del método pedagógico (por enlazarlo un poco con el tema de la entrada).
    Como bien dices, necesitamos un esfuerzo político en educación. Ello pasa por una mayor inversión, y una mejor gestión de la inversión. No será suficiente con ello, desde luego (porque hay países que dedican el mismo esfuerzo económico que Finlandia -México, por ejemplo- y no consigue n lo mismo) pero hay que hacerlo.
    Y necesitamos un esfuerzo humano, moral. Y eso es muy difícil de cambiar, creo yo. ¡Habría que cambiarlo desde la educación, pero esto nos mete en un círculo!
    Un saludo

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